sábado, 16 de agosto de 2008

El ateo y el oso

Una ateo estaba caminando por el bosque y admirando la naturaleza.
«¡Que arboles tan majestuosos!»
«¡Que rios más limpios y que agua tan cristalina!»
«¡Que animales tan maravillosos!»
se decía a si mismo.

Al cabo de un rato de ir caminando por el bosque, oyó un rugido espantoso que salía de unos matorrales a su espalda, se dio la vuelta y vio a un enorme oso pardo caminando hacia él.




Corrió tan rápido como pudo camino arriba esperando cansar al oso. Miró por encima del hombro y vio al enorme oso que se estaba aproximando. Aceleró el paso y giró la cabeza y vio el oso todavía más cerca. Trató de subir a un árbol al mismo tiempo que vio el oso con su pata derecha intentado alcanzarle y a punto de conseguirlo.




Y en ese preciso instante, el ateo gritó en un último momento de desesperación: «Oh, Dios mío»

El tiempo se paró,
El oso se detuvo como congelado.
El bosque estaba en silencio.

Un rayo de luz brillante salió del cielo y una potente voz salió de entre las nubes.

«Tu has negado mi existencia durante todos estos años, enseñando a los otros que incluso la creación fue un accidente cósmico. ¿Esperas de mi que te ayude en este momento en que tu vida está en peligro?. ¿Te debo contar a ti como un creyente más a partir de ahora?»

El ateo miró directamente a la luz: «Sería hipócrita por mi parte que de repente me consideraras como a un cristiano, pero quizás podrías hacer del oso un cristiano.»

«Muy bien», dijo la voz.

La luz se fue, los sonidos del bosque se reanudaron. Y el oso bajó su pata derecha, puso ambas pezuñas juntas, inclinó su cabeza y dijo:



«Bendice Señor estos alimentos que vamos a tomar de tu infinita misericordia.Amen.»

No hay comentarios: